Este es otro de los cuentos que nos mandó la profesora para que hiciéramos en casa y se lo entregáramos, con la condición de que no podía ser un cuento maravilloso. A continuación os presento mi cuento.
Esta es la historia de una niña que vivía en una casa muy pequeñita en el centro de la ciudad. La niña se llamaba Lucía y le encantaban los animales desde que era pequeña.
Lucía tenía muchas amigas y alguna de ellas tenía varios animales como perros, gatos, pájaros o tortugas. Pero los padres de Lucía, que se llamaban Adolfo y Ana, no querían animales en casa, ya que, decían que la casa era my pequeña para tener animales y además a su mamá, Ana, le daban alergia los animales.
Un buen día, la maestra de Lucía organizó una excursión con toda la clase a una escuela de equitación. En esa excursión Lucía vio por primera vez a los caballos y se montó en uno de ellos que era blanco y muy bonito. Al principio le dio un poco de miedo porque era muy grande, pero después consiguió perder el miedo cuando vio que el caballo solo se movía cuando ella quería. Cuando terminó la excursión Lucía se fue muy triste a casa porque quería seguir montando a caballo.
Al llegar a casa, Lucía le contó a sus padres lo bien que se lo había pasado en la excursión. Les contó como era el caballo en el que se había montado y les pidió que le compraran un caballo, que ella lo cuidaría y le daría de comer. Adolfo y Ana le dijeron que no podían comprarle un caballo porque vivían en una casa muy pequeñita donde no había espacio para un caballo y además los caballos necesitaban muchos cuidados que ellos no podrían darle.
Lucía, al escuchar esto, se puso muy triste durante meses, hasta que un día de repente su papá Adolfo le dijo que se iban de excursión los dos y que tenía una sorpresa para ella.
Adolfo le tapó los ojos a su hija hasta que llegaron y, ¡cual fue su sorpresa cuando Lucía abrió los ojos y vio a un montón de caballos de todos los colores corriendo! A Lucía le hizo mucha ilusión volver a ver caballos y además de diferentes colores que nunca había visto antes.
Su papa le explicó que se encontraban en la casa de un amigo suyo que tenía varios caballos y que a partir de ese momento ella se podría montar en el caballo que quisiera y cuando ella quisiera. En ese momento Lucía saltó de alegría y le dijo a su papá: ¡muchas gracias papá, muchas gracias!
Después escogió su caballo que, esta vez, era un caballo marrón también muy bonito, y lo llamó Saltamontes. Lucía estuvo durante meses aprendiendo a montar a Saltamontes, visitándolo y ayudando en las tareas de limpiar a Saltamontes todas las semanas.
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