Todos sabemos que la carrera de educación infantil es muy bonita... pero, ¿por qué?
Porque aunque sea una profesión dura y a veces salgas histérica, merece la pena el resultado.
Porque cada vez que entres en tu clase te meterás dentro de un mundo lleno de fantasías que se diferencian tanto del mundo real.
Por todo el cariño que te brindarán todos los días y sin pedir nada a cambio.
Porque algunos te contarán los problemas que tienen en casa con toda su inocencia.
Porque será todo un reto conseguir callar a todos los niños el primer día de clase.
Porque serás la que llegará a casa con más regalos de tus niños en Navidad o cualquier día.
Porque seríamos mamás de 25 niños por primera vez.
Porque también se necesita mucha paciencia y entusiasmo para saber llevar una clase.
Porque no habrá otro sitio donde te manches más de pintura, plastilina o tinta.
Y porque cuando alguno de ellos te dice ‘te quiero’ sabes que es verdad al cien por cien.
Por todo esto y mucho más, merece la pena ser maestra de educación infantil.
Si ser maestra es tu sueño, adelante, cumple tu sueño y no dejes que nadie te influya.
Porque de nosotras depende la educación de los niños del futuro y, ante todo, hay que estar dispuesta y con muchísimas ganas cada día.
Nunca olvidemos que nuestros alumnos son seres únicos con caritas, sentimientos y nombres que guardaremos en nuestro corazón a pesar del paso del tiempo.
Porque, al fin y al cabo, son pequeñas personitas intentando descubrir el mundo.
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